-->

jueves, 25 de octubre de 2012

Desorden

Se vio guapa en el baño. Con buena cara, delgada y un culo de puta madre. Y, sin embargo, tampoco esperaba nada. Puso sus pies allí fuera e hizo un rato su papel de mueble, también de puta madre... Debería decir ya que me voy, pensó. Si no lo decía, parecería que estaba esperando por algo... y ya hemos dicho que no esperaba nada. Así que sí, decidió que se marcharía, diría: "bueno, yo me voy a casa, que me esperan a cenar". Qué digno quedaría... Una tía segura, que no quiere ni espera nada.
-¿Te apetece dar una vuelta? -irrumpió él antes de que pudiera abrir la boca.

¡Joder, sí! ¡Dile que sí!, gritó Niebla dentro de ella, y se puso a dar saltitos mientras corría en círculos.
-Es tarde ya... -dijo torciendo el gesto mientras Nib le hacía a Niebla una llave a lo yudoka- y jopé, quiero ver "La Voz", ¿no me vas a dejar ir a ver a Melendi?
Los dos sonrieron. Vale que no era la mejor excusa del mundo, pero él había sido más hábil preguntándole antes de entrar allí si tenía clase al día siguiente.
-Lo puedes ver online mañana... demos un paseíllo, anda, con la noche tan buena que se ha quedado...
-Bueno... vale.
Maldita Niebla.

Y la noche era buena, sí. Al principio él se quejó algo del frío, pero pronto se le pasó y no volvió a acordarse, o al menos no manifestó hacerlo. Caminaron por las mismas calles, al principio en silencio, el primer silencio incómodo de la noche...
-Estamos caminando sin rumbo... -dijo él dando una curva.
-¿A dónde quieres ir?
Se acercaban a la zona sensible. Sensible para ella, claro.
-No sé, ¿vamos al Molly?
-Por mí bien -contestó en tono alegre, como si no le importase.
Pero sí que le importaba. Sí, estaban prácticamente al lado, pero... Allí era donde habían quedado la primera vez solos, aquel día que hablaron de Matrix, de Origen, de Lost y de tantas otras cosas, en aquella tarde que pasó volando, después de ir a la pista de hielo. El mismo bar donde apenas tres meses después ella le decía aquel "Ha vuelto, pero no pasa nada, voy a estar bien", y él decidió de forma unilateral que aquello, lo que tenían, era una mentira, que ella le utilizaba, que era su tabla salvavidas, que no lo quería. Al llegar a casa decidió que la dejaría sola, o quizás lo decidió en ese mismo momento. Ella lo supo por cómo la besó -o más bien por cómo no lo hizo- al despedirse, allí, en la puerta de aquel bar. Esa tarde, al menos para ella, quizás constituía el peor recuerdo que tenía con él, peor que el 23F. Un año después todo había dado muchas vueltas, en diferentes sentidos, direcciones... y sin embargo habían ido a parar a ese bar de nuevo, el día que apareció La Voz por primera vez, y ahora no hablamos del programa de televisión. Ese día ella salía de la cueva por primera vez en mucho tiempo. Él le dijo sus frases maestras, el "eres muy importante para mí", "no podemos acabar así"... mientras ella recorría las grietas de la mesa con los dedos, bajaba la cabeza y hacía esfuerzos sobre humanos para contener las lágrimas. Él le pedió que no llorara, por favor. Y otra vez, aquello superaba -para mal y con mucho- a lo del 23F.

Para ella, ese bar estaba tan lleno de dolor... Pero tenía que pasar por allí todos los días, al ir a clase. Ahora, con el frío y la vuelta de la ropa de invierno, a veces le parecía volver a verle, apoyado en la columna de la puerta, con el cigarro en la mano, esperándola, el día que le diría que seguía enferma, cuando él ni se lo esperaba. Y sin embargo a él... parecía darle igual todo. A él no le quemaban esos recuerdos, ¿a él no le había dolido todo aquello? "No pasa nada", pensó ella, "esto es algo que ya sabías, a él le da todo igual, no importa". Y seguía la conversación sobre la película que acababan de ver como si fuera la persona más despreocupada del mundo. Realmente tampoco estaba triste, y ni siquiera decepcionada. Era un detalle, un detalle más a lo "Nib tenía razón". Pero, extrañamente, no se entristeció.
-Mejor no vamos al Molly... -dijo él cuando estaban a unos 50 metros- porque es que ahí... a mí me da bajón... me pongo pufff, no sé, muy plof.
-Sí -asintió ella jubilosa, sonriente y gesticulando con las manos-; la música mola, o sea, es música de calidad pero claro, así en ese rollo relajadillo sí que se apalanca uno, se queda co...
-A mí es que me vienen cosas a la cabeza y me pongo mal -interrumpió-. Me pongo como... ufff, me pongo fatal, no me mola nada ya ese bar...
Ella sonrió, aunque él tenía mala cara. Pero es que, en realidad, su sonrisa era para ella misma. Y rebasaron el bar.
-Es que no me gusta ni pasar por la puerta... -insistió él.
"Pues prueba a pasar todos los días varias veces", pensó ella. Él la miraba como buscando comprensión, o esa impresión le dio a ella... de que su mirada era como "Sabes porqué, ¿no?". Así que  sonrió e intentó que su mirada le dijera  algo como "Claro que lo sé, a mí tampoco me agrada...". Lo que él entendiera, lo que fuera real, ya era otra historia.
-¿Has ido alguna vez al Lizarrán?
-No sé ni lo que es... -contestó ella.
-¿Te apetece ir a cenar?
Y le sonrió.


Y así es cómo se descolocó todo. Otra vez.

No hay comentarios :